Ciencia y fe en el observatorio del Vaticano

Escrito por Juámas
Publicado en abril 29, 2025
Categoría: Opinión
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Al comenzar el siglo XX una de las preguntas más importante en cosmología era saber si el Universo se expande o es estático y eterno. La respuesta a esta pregunta se popularizó por el trabajo de gran calidad presentado en 1929 por Edwin Hubble sobre la distancia y la velocidad de las galaxias. Sin embargo, esta no era una idea novedosa, ya que el matemático belga Georges Lemaître había realizado antes los cálculos, obteniendo esencialmente el mismo resultado en 1927. Al publicarlo en francés, no tuvo el mismo impacto en la comunidad internacional como el trabajo de Hubble. Los grandes descubrimientos científicos atribuidos a una sola figura son el resultado de muchas otras personas talentosas trabajando en distintos aspectos de la idea, cuyas contribuciones a menudo son minimizadas o ignoradas. Al final, se lleva la fama quien propone la idea de manera más refinada, en una plataforma con mayor visibilidad y quien tenga más amigos.

Aunque Hubble quedó en el imaginativo colectivo como la persona que descubrió la expansión del Universo, el pilar clave de este descubrimiento fue Henrietta Laevitt al establecer una manera estándar de medir distancias astronómicas utilizando estrellas de brillo constante (conocidas como Cefeidas). Con este método otros científicos pudieron establecer que: a) existen otras galaxias independientes de la Vía Láctea, b) que estas parecen alejarse de nosotros, c) que las galaxias más lejanas parecen alejarse más rápido que las más cercanas, en proporción constante. Al unir estos datos con la teoría de la Relatividad, Lemaître había descubierto que el Universo se expande. Y fue más allá al proponer la teoría del «átomo primordial»: resolver las ecuaciones de campo de Einstein le permitía recomponer el estado inicial del Universo, y se dio cuenta de que en algún momento toda la materia y energía del Universo tuvo que estar contenida en un quantum, o un punto sin dimensiones. ¿Te suena familiar esta idea? Es la precursora de lo que actualmente conocemos como Teoría del Big Bang.

Fig 1.  Ciencia y fe en el observatorio del Vaticano
Georges Henry Joseph Édouard Lemaître (1894-1966).

La historia de Lemaître me resulta carismática debido a que Georges, además de ser físico y matemático, también era un sacerdote católico muy influyente en Bélgica. Toda su formación científica estuvo de la mano de la Iglesia Católica. Este detalle me llevó a averiguar un poco más sobre las contribuciones de los líderes religiosos sobre nuestra visión actual del Universo. 

La profundidad insondable de este tema lo hace inapropiado para ser tratado en esta breve entrada de blog, así que por ahora solamente haremos un pequeño viaje de reconocimiento en helicóptero. Empecemos enfocando nuestra atención sobre un sitio emblemático: el observatorio del Vaticano, y veremos cómo en este lugar se entrelazan la ciencia y la religión.

Los jesuitas y el observatorio del Vaticano

El observatorio del Vaticano está ubicado en Italia, en el palacio de Castel Gandolfo. Actualmente está dirigido por el hermano Guy Consolmagno, perteneciente a la orden de los jesuitas y al VORG (Vatican Observatory Research Group), institución con sede en Tucson, Arizona que encabeza la producción científica del Vaticano.

Guy Consolmagno suele hablar sobre la compatibilidad entre ciencia y fé. En numerosas entrevistas ha destacado que hacer ciencia es una manera de maravillarse ante todo lo que existe. Resumiendo su postura en la frase «La ciencia te da razones para creer en Dios». Consolmagno a menudo argumenta que la fé puede proporcionar un marco ético y de significado para la investigación científica, mientras que la ciencia puede enriquecer nuestra comprensión del Universo.

Entre algunas de las contribuciones puntuales que los científicos del Vaticano han realizado se encuentra el estudio del Sistema Solar primitivo a través del análisis de la composición de los meteoritos. También han estudiado la evolución estelar y escrito sobre cosmología. Un aspecto que distingue al Observatorio Vaticano de otros centros de investigación modernos es su dedicación a la reflexión sobre las implicaciones filosóficas y teológicas de los descubrimientos científicos. Esto incluye analizar la relación entre la creación divina y las leyes naturales, así como la naturaleza del ser humano en el contexto del vasto Universo.

Todas estas contribuciones a la astronomía me parecen notables. Pero mientras leía todo esto, la palabra “jesuita” parecía resaltar mucho, así que encaminé mi investigación hacia allá. ¿Quiénes son los jesuitas? Descubrí que son una orden religiosa muy importante y cercana al papa, conocidos por ser los intelectuales de la Iglesia, por lo que es de esperarse que hayan tenido alguna influencia en el desarrollo del pensamiento occidental. Si bien sus principales intereses como orden religiosa se centran en la Teología y la Filosofía, los jesuitas también mostraron un gran interés por el desarrollo del pensamiento lógico y su aplicación para comprender el Universo. A esta aproximación racional se le conoce como pensamiento secular, para distinguirlo del conocimiento espiritual. 

Así los jesuitas influyeron de manera considerable en la ciencia moderna al establecer centros de estudio dedicados a la aplicación rigurosa de las matemáticas para describir el Universo, la primacía de la observación sistemática en la astronomía, la formulación de modelos explicativos basados en la razón y la lógica, y la transmisión del conocimiento a las nuevas generaciones por medio de universidades e instituciones educativas.

La formación de universidades

La Compañía de Jesús, que es el nombre formal de la orden de los Jesuitas, se formó alrededor de 1540 (siglo XVI), pero siglos antes de esta fecha la Iglesia Católica, como era su costumbre, ya había cambiado el rumbo del conocimiento para siempre, una vez más. La estricta jerarquía de las instituciones religiosas, con el papa a la cabeza y una red organizada de diócesis, órdenes religiosas y monasterios, y su necesidad de desarrollar la escolaridad en los clérigos, permitirían la creación de una gran red de de universidades por donde fluirán los jugos del pensamiento secular desde el siglo XI en adelante, con la creación de las primeras universidades modernas, en 1088 en Bolonia, y Oxford en 1096. 

Fig 3. Ciencia y fe en el observatorio del Vaticano
Universidad de Oxford, Inglaterra, fundada en el año 1096.

La autoridad centralizada del papado permitió la creación continua de nuevas instituciones educativas y la estandarización del currículo. Esto facilitó la movilidad de estudiantes y profesores entre diferentes centros de aprendizaje, así como la rápida difusión de modelos educativos exitosos. Otro factor no menor es que la Iglesia, a través de sus vastas propiedades y donaciones de nobles y reyes católicos, proporcionó el apoyo económico crucial para la fundación y el mantenimiento de las universidades. Obispos y arzobispos a menudo actuaron como mecenas, financiando la construcción de edificios y becando a estudiantes talentosos. Es decir, todo el conocimiento estaba centralizado y era financiado por la misma entidad.

Dentro de estas primeras universidades, la relación entre el conocimiento religioso y el secular no siempre fue armónica. Si bien la teología era considerada la «reina de las ciencias» y ocupaba un lugar central en el currículo, el estudio de la filosofía natural, la lógica, la astronomía y las matemáticas también tenía su espacio. A raíz de esta convergencia de filosofías, y como era natural, surgieron debates sobre la interpretación de los textos sagrados a la luz del conocimiento racional y sobre los límites de la investigación filosófica. Figuras como Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII intentaron armonizar la filosofía aristotélica con la teología cristiana, pero también hubo voces más conservadoras que veían con recelo la influencia del pensamiento «pagano» resultando en casos célebres como el juicio a Galileo Galilei en el siglo XVII. Sin embargo, la propia estructura universitaria, al permitir la coexistencia de diferentes facultades, escuelas filosóficas y líneas de investigación, sentó las bases para el desarrollo gradual de un pensamiento científico más autónomo: así es como nace la libertad de cátedra.

Para finalizar, dejo solo algunas de las contribuciones de científicos católicos en el área de astronomía y matemáticas. Cristoph Clavius (1538-1612): Un astrónomo y matemático alemán, tuvo una participación preponderante en la reforma del calendario juliano al calendario gregoriano, que es el que utilizamos hoy en día. Sus extensos tratados de astronomía fueron influyentes en la época de Galileo. Y no se quedan atrás las contribuciones de Francisco Grimaldi (1618-1663): Un físico y astrónomo italiano que descubrió y nombró el fenómeno de difracción de la luz, clave para el desarrollo de la óptica ondulatoria de Isaac Newton. También realizó observaciones detalladas de la Luna, incluyendo la cartografía de sus accidentes geográficos, razón por la cual hay un cráter y un sistema de cañones lunares con su nombre. Roger Boscovich (1711-1787): Un matemático y filósofo dálmata. Desarrolló una teoría atómica original basada en puntos de fuerza, que influyó en el pensamiento de científicos posteriores como Michael Faraday. También realizó importantes trabajos en geodesia y óptica.

Este breve vistazo nos recuerda que lejos de ser opuestas, la ciencia y la religión han moldeado nuestra concepción actual del Universo. Esta reflexión me llevó a considerar la complejidad de esta relación y a mantener una mente abierta ante las diversas perspectivas que han forjado nuestra comprensión del cosmos. Y tú, ¿consideras que el poder religioso occidental dominante ha favorecido o entorpecido el desarrollo científico?

Agradecimientos

Agradezco a Saluim por revisar esta entrada y por sus comentarios que ayudaron a mejorarla.

¿Quieres saber más?

Lemaître, G. (1927), «Un Univers homogène de masse constante et de rayon croissant rendant compte de la vitesse radiale des nébuleuses extra-galactiques«, Annales de la Société Scientifique de Bruxelles, A, 47: 49-59.

Hubble, E. (1929), «A Relation between Distance and Radial Velocity among Extra-Galactic Nebulae«, Proceedings of the National Academy of Sciences, 15 (3): 168-173.

Vatican Observatory

Explore the Mysteries of the Universe with the Pope’s Astronomer

Acerca de nosotros – Jesuits.org 

Los jesuitas y la ciencia: una misión del corazón y de la mente

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