En el estudio de los microorganismos que forman parte del microbioma humano, las bacterias se han robado el protagonismo. ¿Quién podría ignorar en pleno 2025 su impacto en la salud digestiva, el sistema inmunológico o incluso el estado de ánimo? Estos microorganismos no solo nos ayudan a digerir alimentos y producir vitaminas, sino que también refuerzan nuestras defensas al competir con bacterias patógenas. Sin embargo, el microbioma no se limita únicamente a ellas. También encontramos otros microorganismos como arqueas, hongos y protistas que desempeñan roles clave en el mantenimiento de nuestro equilibrio biológico. Aun así, entre todos estos habitantes microscópicos de nuestro cuerpo, hay un grupo aún menos estudiado pero igual de fascinante: los virus.
Para comprender mejor el papel de estos seres, desempolvemos nuestras lecciones de biología para recordar qué es un virus. Estas diminutas estructuras, que están en la frontera entre lo vivo y lo inerte, se componen de dos partes principales: su material genético que puede ser ADN o ARN, y una cápside de proteínas que lo rodea y protege. Además, a diferencia de otros microorganismos, estos no pueden «reproducirse» por sí mismos. Dependen completamente de invadir una célula huésped y tomar control de sus funciones para hacer copias de sí mismos, convirtiendo la célula en una fábrica de virus. Paradójicamente, aunque simples en estructura, los virus son increíblemente eficaces en su capacidad para propagarse, adaptarse y persistir en casi cualquier entorno biológico.
¿Qué es el viroma y cómo se estudia?
Históricamente, los virus han sido asociados con enfermedades. De hecho su nombre proviene del latín que significa «líquido viscoso» o «veneno», y su vínculo con diversos brotes infecciosos a lo largo de la historia, desde la viruela hasta más recientemente el COVID-19. Sin embargo, la ciencia moderna está reescribiendo esta narrativa. Lejos de ser solo destructivos, los virus juegan un papel crucial en nuestra salud. En nuestro cuerpo habita un ecosistema viral esencial, conocido como el viroma, que forma parte del microbioma humano.

Pero, ¿por qué recién ahora estamos descubriendo que los virus son una parte integral y benéfica para nuestra biología y salud? La respuesta se encuentra en los avances tecnológicos recientes que han permitido superar las limitaciones en el estudio de estos microorganismos. Cultivar virus en el laboratorio es una tarea compleja, pues estos requieren infectar células específicas (como bacterias o células humanas) y es crucial conocer y recrear con exactitud las condiciones en las que los virus pueden entrar a la célula y posteriormente, replicarse. Esta dificultad limitaba enormemente nuestra capacidad de investigarlos y comprender su rol en nuestro organismo.
Gracias a los avances en técnicas como la secuenciación masiva de ácidos nucleicos, conocida como metagenómica, ahora podemos estudiar los virus de manera más efectiva. La metagenómica permite analizar el material genético de una muestra, como las del cuerpo humano, sin tener que cultivar los organismos, lo que facilita identificar y estudiar comunidades virales completas. Esta herramienta nos ha permitido comprender mejor cómo los virus influyen en nuestra salud de forma directa a través de su interacción con otros componentes del microbioma. Y, aunque actualmente se estima que solo conocemos el 10% de los virus que existen, el impacto de estos en nuestra salud es indudable.
El viroma humano incluye una amplia diversidad de virus: bacteriófagos (o fagos para los cuates) que infectan bacterias (Figura 1A); virus que afectan a otros microorganismos como las arqueas, y virus que infectan células humanas (Figura 1B). Además, hay virus que se encuentran temporalmente en los alimentos y pueden interactuar con nuestro cuerpo por períodos breves.
Importancia del viroma
Dada la abundancia de bacterias en el microbioma humano, la mayoría de nuestros colonizadores virales son fagos. Estos fagos ayudan a mantener el equilibrio del microbioma al controlar bacterias dañinas y favorecer la diversidad microbiana, lo que protege nuestra salud. Sin embargo, no siempre son beneficiosos: pueden eliminar bacterias esenciales, causando desequilibrios que se asocian con enfermedades inflamatorias o metabólicas. Además, algunos fagos pueden transferir genes de resistencia a antibióticos a las bacterias, aumentando su agresividad.
Otros integrantes de nuestro viroma pueden afectarnos de forma más directa al infectar y enfermar células humanas. Sabemos mucho sobre algunos de ellos, especialmente aquellos que causan enfermedades. Por ejemplo, el virus de la influenza puede provocar infecciones respiratorias agudas, mientras que el virus del herpes simple puede permanecer latente en nuestras células durante años, reactivándose en momentos de estrés o debilitamiento del sistema inmunológico.
Cabe mencionar que no todos los virus que infectan nuestras células son dañinos. De hecho, muchos parecen ser compañeros inofensivos que han coexistido con nosotros durante miles o incluso millones de años. Algunos fragmentos de ADN viral han sido «reciclados» por nuestro cuerpo, desempeñando funciones esenciales. Un ejemplo fascinante es la proteína sincitina, fundamental para formar la placenta en los mamíferos, el órgano encargado de nutrir y proteger al embrión en desarrollo. Lo extraordinario es que el gen que codifica esta proteína proviene de un virus que infectó a un mamífero ancestral hace más de 100 millones de años. Sin ese virus, muy posiblemente los mamíferos placentarios (incluidos nosotros) quizás nunca habríamos existido.
Por otro lado, el viroma varía en composición dependiendo del órgano en el que se encuentre. Por ejemplo, en el intestino donde abunda un microbioma dominado por bacterias, los fagos predominan y juegan un papel central en la regulación de comunidades bacterianas. En contraste, en estudios recientes de tejidos pulmonares se han identificado virus que infectan células humanas, cuya presencia podría estar relacionada con la modulación del sistema inmunológico local e incluso con ciertas enfermedades respiratorias. A diferencia del intestino, el viroma pulmonar parece menos estable y más influenciado por infecciones y factores ambientales, lo que sugiere que su papel en la salud y la enfermedad aún está lejos de comprenderse por completo.
Además, en tejidos y órganos que antes se creían estériles, como la sangre y la vejiga, también se ha descubierto la presencia de virus. En la sangre, por ejemplo, se han identificado virus como los anellovirus, que pueden permanecer en el cuerpo sin causar síntomas y podrían influir en el sistema inmunológico. En la vejiga, se han encontrado poliomavirus y herpesvirus, que podrían estar relacionados con inflamación crónica o enfermedades urinarias. Estos virus pueden ser residentes habituales, permanecer de forma latente o llegar de manera transitoria a través de la sangre. Esta variedad muestra cómo los virus se adaptan a los distintos lugares del cuerpo y cómo logran convivir tanto con otros microbios como con nuestras propias células.
Sin embargo, esta convivencia tan intrincada tiene un equilibrio delicado. Cuando el balance entre virus, microbios y sistema inmunológico se rompe, pueden surgir problemas. Por ejemplo, un desequilibrio en los fagos intestinales podría contribuir al desarrollo de enfermedades inflamatorias del intestino, como el síndrome del intestino irritable (Figura 2), mientras que alteraciones en los virus presentes en la sangre podrían estar vinculadas a trastornos autoinmunes o infecciones oportunistas. La sobrepoblación de ciertos virus o la disminución de otros puede desencadenar respuestas inflamatorias, facilitar la colonización por patógenos o incluso alterar procesos metabólicos esenciales para la salud.

En este contexto, es fundamental seguir explorando cómo el viroma humano se comporta en estados de salud y enfermedad. Comprender los factores que afectan este equilibrio nos permitirá no solo identificar posibles biomarcadores virales para diagnosticar enfermedades, sino también diseñar estrategias innovadoras de tratamiento, como el uso de fagoterapia para controlar infecciones bacterianas resistentes. De esta manera, el estudio del viroma nos muestra que los virus no son meros invasores, sino componentes clave en la intrincada red de vida que sustenta y define nuestra existencia.
Agradecimientos
Agradecimientos a Viroloca por sus valiosos comentarios y aportaciones a este artículo.
¿Quieres saber más?
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