A lo largo del tiempo se ha analizado el comportamiento animal y mucho se ha hablado de cómo algunos animales cambian su comportamiento habitual, por ejemplo, al perder el miedo, encontrarse en estado de letargo o ser más agresivos. Una de las causas más terroríficas de dichos cambios son los parásitos.
El término parasitismo se refiere a una relación que ocurre cuando un organismo (parásito) sobrevive a expensas de otro ser vivo, al cual se le llama hospedero, causándole daño. Algunos parásitos necesitan de varios hospederos para completar sus complejos ciclos de vida. Estudios recientes han demostrado cómo algunos parásitos pueden manipular a sus hospederos modificando su conducta para asegurar su supervivencia. Veamos algunos ejemplos.
Historias terroríficas de parásitos
Plasmodium es el responsable de la enfermedad parasitaria conocida como malaria o paludismo y es uno de los parásitos más peligrosos y letales, cobrando la vida de más de 600,000 personas a nivel mundial en el año 2022. Este parásito se transmite a los humanos por la picadura de un mosquito Anopheles infectado y tras una nueva picadura regresa al insecto para completar su ciclo de vida. Investigaciones han demostrado que Plasmodium puede alterar el olor de personas infectadas produciendo un perfume de atracción para otros mosquitos, de tal manera que aumenten su probabilidad de transmisión (Figura 1).
Otro caso es el de Toxoplasma gondii, éste infecta a muchos mamíferos, incluyendo al humano. Sin embargo, el parásito necesita llegar a sus hospederos definitivos, que son los felinos (gato, leopardo, puma, etc.) para completar su ciclo biológico y perpetuar su existencia. Investigaciones realizadas demostraron que ratones y chimpancés infectados con el parásito son más activos y menos temerosos de sus depredadores, también se sienten atraídos por el olor de la orina del gato y leopardo respectivamente. Hoy en día se sabe que el parásito altera la producción de neurotransmisores como la dopamina, u hormonas como la testosterona, moléculas importantes en el comportamiento. En humanos, sabemos que las personas que tienen anticuerpos (proteínas del sistema inmune que se producen después de una infección por el parásito) contra T. gondii presentan mayor probabilidad de tener algún accidente de tráfico, por lo que se cree que el parásito puede provocar un comportamiento más arriesgado y atrevido como en el caso de los roedores (Figura 2).
Otros parásitos pasan por diferentes procesos de metamorfosis y adoptan diferentes formas pasando por diferentes hospederos; por ejemplo, en su fase de adulto, el gusano plano Dicrocoelium dendriticum se aloja en el hígado de herbívoros que pastan como las vacas y ovejas. Si el gusano adulto elimina sus huevos en la materia fecal de sus hospederos cerca de depósitos acuíferos, éstos son ingeridos por caracoles. Dentro del caracol los huevos eclosionan liberando una larva envuelta en mucus que posteriormente será ingerida por otro hospedero, que son las hormigas (Formica polyctena). Estudios recientes han demostrado que el parásito altera el cerebro de las hormigas convirtiéndolas en “zombies”, es decir, las hormigas infectadas se pegan a la vegetación al amanecer y al anochecer y se quedan inmóviles, este horario coincide con la actividad de intenso pastoreo y donde son más probable que sean ingeridas por sus hospederos herbívoros definitivos. De este modo, el parásito puede completar su ciclo vital (Figura 3).
Un último ejemplo de parásitos que modifican la conducta de su hospedero es Euhaplorchis californiensis (Figura 4). El ciclo de vida de estos parásitos comienza en un caracol cornudo (Cerithidea californica) que habita en el océano, donde produce larvas que luego buscan su siguiente hospedero: un pez killi (Fundulus parvipinnus). Una vez que infecta al pez, el parásito llega hasta el cerebro e induce cambios neuronales; hay una disminución de la serotonina y aumenta los niveles de dopamina, dos neurotransmisores que controlan la locomoción y el comportamiento social del pez. Estos cambios estimulan al pez a nadar y comportarse de forma más agresiva; el pez se agita, se sacude y salta con la finalidad de ser depredado por su hospedero definitivo, un ave acuática, y cerrar su ciclo de vida.
Todas estas historias te pueden parecer descabelladas y quizá alejadas de tu realidad cotidiana, pero recordemos que las enfermedades parasitarias han producido a través de los tiempos muchas muertes y pérdidas económicas. En el caso de México, debido a su diversidad geográfica y a la desigualdad social, se presentan diferentes enfermedades parasitarias y, por este motivo, es necesario estudiar el comportamiento de los parásitos dentro de sus hospederos para tener mayor conocimiento de estas infecciones, así como para la búsqueda de tratamientos adecuados.
Agradecimientos
Agradezco a la M. en C. Ruth Rodríguez Sánchez, del Laboratorio de Parasitología de la Unidad de Investigación Médica en Enfermedades Infecciosas y Parasitarias-UMAE Hospital de Pediatría CMN siglo XXI, por su apoyo en la revisión del borrador de esta entrada. También agradezco a Auricularium y el Magizoólogo por contribuir en la revisión.
¿Quieres saber más?
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