La mayor parte de las disciplinas dentro de las ciencias naturales requieren del trabajo de campo para la adquisición de datos y muestras. En muchas ocasiones, éste se debe realizar en sitios remotos e inhóspitos. Ambientes particularmente hostiles para las mujeres. Pues además de tener que lidiar con la cultura machista de la mayoría de las comunidades locales, también tienen que lidiar con la minimización de sus conocimientos por parte de sus colegas hombres, la negativa de financiación por parte de instituciones y la latente posibilidad de sufrir acoso o abuso sexual durante estos trabajos.
Por eso, este Marzo de Mujeres quiero homenajear a dos naturalistas inglesas: la paleontóloga Dorothea Bate (1878-1951) y la entomóloga Lucy Evelyn Cheesman (1881-1969). Ellas fueron pioneras en sus áreas y además de hacer un excelente trabajo museológico y de campo, dieron paso a que las mujeres naturalistas fueran respetadas y tenidas en cuenta.
Dorothea, a pesar de no recibir el mismo apoyo en educación que sus hermanos hombres, se plantó a sus 19 años en el Museo de Historia Natural de Londres y exigió que se le otorgara una plaza. Para este tiempo las mujeres no tenían permitido tener cargos oficiales en esta y otras instituciones, sin embargo, su insistencia hizo que el curador de la colección de aves, Richard Sharpe terminara por ofrecerle un puesto no oficial en su área. De esta manera, aunque se le pagaría dependiendo de la cantidad de especímenes que procesara, se convertiría en la primera mujer en trabajar en esta institución.
En ese lugar Dorothea tuvo la oportunidad de impulsar su carrera como paleontóloga, descubriendo alrededor de 15 especies de mamíferos y aves que databan del Pleistoceno. Publicó estos descubrimientos a sus tempranos 22 años, lo que despertó el interés de otros investigadores por sus aportes. Esto la llevó a recorrer las islas de Chipre, Creta y Baleares, a describir los restos de especies extintas nunca antes reportadas, y de encontrar evidencia sobre el enanismo y gigantismo isleño.
Estas evidencias se basaron en restos de mamíferos como lirones (roedores de entre 11 y 13 cm) que tenían el tamaño de ardillas (19-30 cm); pequeños elefantes e hipopótamos, y el Myotragus, una especie de caprino de tamaño reducido con características únicas para los ungulados, como los ojos ubicados en la parte frontal del rostro e incisivos de crecimiento continuo, como los de los ratones o conejos.
Estos viajes los realizaba Dorothea sola, y en los sitios contrataba hombres como guías, intérpretes y apoyo para las excavaciones más tediosas. Sin embargo, más adelante se uniría a las excavaciones de la profesora Dorothy Garrod en las cuevas del Monte Carmelo y entre las dos descubrirían 54 especies distintas de ungulados. De esas especies particularmente dos, Dama mesopotamica y Gazella dorcas, le permitieron a Dorothea estudiar el cambio climático histórico como consecuencia antrópica en esta región.
Esta particularidad de viajar sola también se volvió muy distintiva para Evelyn Cheesman quien, al igual que Dorothea, no recibió el apoyo que su hermano sí recibió para su educación. Y no sólo esto, su carrera soñada, cirugía veterinaria, no admitía mujeres en esa época, lo que la llevó a abandonar durante mucho tiempo su pasión. No obstante, en 1912 un amigo suyo financió su entrenamiento como enfermera canina y la llevó a trabajar en un hospital canino al sur de Londres.
Gratamente, en 1919 las leyes que impedían que las mujeres pudieran formarse en veterinaria, abogacía y otras carreras, cambiaron, y las oportunidades laborales para las mujeres que “pudieran demostrar su capacidad en trabajos de hombres” empezaron a incrementar. Pero “Evelyn estaba decidida, ella haría lo que le apasionaba, independiente de si el sufragio femenino se daba o no” como lo menciona Beulah Garner, curador de escarabajos en el Museo de Historia Natural de Londres.
Evelyn pasó a ser entonces la asistente de curaduría de insectos en el Zoológico de Londres en 1917 y, tan sólo 3 años más tarde, se convirtió en la primera curadora de insectos. Es aquí cuando inicia sus salidas de campo, en ellas invitaba a niños locales a colectar insectos, incluso en los fruteros se encontraban insectos provenientes de la fruta importada que le entregaban a ella y bajo su dirección, esta colección creció de manera exponencial.
Es entonces cuando después de 3 años, inicia sus expediciones más largas, primero viajó a las islas Galápagos donde aprendió taxidermia, preservación y montaje de distintos animales. Posteriormente se separó del grupo y se trasladó por sí misma a las Islas Marquesas y Islas Tuamotu, para un año después ir a las islas Sociedad. Al finalizar esta expedición dejó el zoológico y llevó a cabo continuas expediciones a Vanuatu, Nueva Guinea y Nueva Caledonia.
Antes de partir a estas expediciones recibió consejos de no viajar sola y menos a estas zonas, dados los peligros que esto suponía para una mujer; sin embargo, Evelyn estaba decidida, tanto que, a pesar de recibir ayuda de algunas instituciones, ella se financió gran parte de estos viajes. Aunque vivió momentos escabrosos como quedar atrapada en la red de una araña Nephila en Gorgona, sortear enfermedades tropicales como la malaria y el dengue, y exponerse a situaciones que pudieron terminar muy mal, como su estadía con una tribu de caníbales en Nueva Hebrides con los que finalmente estableció buenas relaciones y recibió regalos para llevar a Inglaterra. Ella logró lo que siempre soñó. Evelyn Cheesman aportó alrededor de 70,000 especímenes al Museo de Historia Natural de Londres, mismos que se utilizan aún a día de hoy para investigación.
Sin los aportes realizados por mujeres como Dorothea Bate, Dorothy Garrod y Evelyn Cheesman, no se podrían realizar muchos trabajos de investigación, muchas especies están siendo descritas gracias a los ejemplares que ellas colectaron en campo y preservaron correctamente. Estudios de muchas disciplinas de las ciencias biológicas deben sus hallazgos al esfuerzo de mujeres como ellas, mujeres que deberían ser financiadas, admitidas, apoyadas, y quienes deberían poder realizar sus trabajos de campo sin temor a que algo más allá de los peligros que todos enfrentamos en campo, puedan ocurrirles.
Y aunque eso está cambiando, aún existen muchos riesgos, prejuicios y discriminación hacía las mujeres en esta bonita labor, por lo que es necesario preguntarnos ¿a qué se debe esto cuando muchas mujeres demostraron y seguimos demostrando que podemos ejercer estas labores de manera excelente?
Agradecimientos
Agradezco a Camila López por apoyar en la idea para realizar esta entrada y a Daniela Velásquez Guarín por inspirar la misma; a Don Helecho y a Izzy por haber revisado el borrador y por sus comentarios para mejorarlo.
¿Quieres saber más?
Bate, D. M. A. (1940), "The Fossil Antelopes of Palestine in Natufian (Mesolithic) Times, with Descriptions of New Species", Geological Magazine, 77 (06): 418.
Hamylton SM, et al. (2023), "The challenges of fieldwork: Improving the experience for women in coastal sciences", Cambridge Prisms: Coastal Futures, 1: e38.
Hunt, S. L. (2022), "Sexual harassment and assault during field research", PS: Political Science & Politics, 55 (2): 329-334.
Richards, D. A., et al. (2012), "In the footsteps of Dorothea Bate: Coastal caves of Mediterranean islands and dwarf mammalian fauna", NSF WorkshopSea-level changes into the MIS 5: from observations to predictionPalma de Mallorca.
Shindler, K. (2007), "A knowledge unique: the life of the pioneering explorer and palaeontologist, Dorothea Bate (1878–1951)", Geological Society, London, Special Publications, 281 (1): 295-303.
Touzel, G., & Garner, B. (2018), “The Person Herself is not Interesting”: Lucy Evelyn Cheesman’s Life Dedicated to the Faunistic Exploration of the Southwest Pacific", Collections, 14 (4): 497-531.
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