Ya pasaron casi cuatro años desde que a finales de diciembre de 2019 se reportaron una serie de casos de neumonía atípica en Wuhan (China) y, con ellos, el inicio de la emergencia sanitaria que cambió radicalmente nuestras vidas: COVID-19. Pero, ¿qué aprendimos? ¿Estamos preparados para una próxima pandemia? En este blog te hemos contado del causante de esta emergencia, el virus SARS-CoV-2 y del mecanismo a través del cual infecta a las células, así como del desarrollo de las vacunas que tanto nos ayudaron a retomar nuestra vida. Pero hoy hablaremos de una de las herramientas que más protección y seguridad nos dieron en tiempos pandémicos: el sanitizante para manos.
Entre las medidas básicas para evitar el contagio por COVID-19 se encuentra el lavado correcto de manos con agua y jabón; sin embargo, no es posible realizarlo en todas las situaciones, por ejemplo cuando estamos en la calle, por esta razón se recomendó el uso de sanitizantes. De ellos existen dos categorías: los sanitizantes para manos no basados en alcohol y los basados en alcohol.
Los sanitizantes para manos no basados en alcohol suelen tener cloruro de benzalconio como agente desinfectante, aunque también pueden emplearse cloroxilenol o triclosán, entre otros compuestos. El cloruro de benzalconio es generalmente menos irritante que el alcohol. Este compuesto (Figura 1) contiene un su estructura química una “cabeza” con carga positiva, este grupo es un catión amonio cuaternario (N+R4), que interacciona con las cargas negativas presentes en la superficie de la envoltura lipídica del virus. A través de estas interacciones, las moléculas de cloruro de benzalconio se acumulan en la superficie de la envoltura y reducen su fluidez. Finalmente, interrumpen el anclaje del virus y afectan la forma tridimensional del material genético, en consecuencia, el virus no puede infectar efectivamente a las células.
Figura 1. Cloruro de benzalconio
Por otra parte, en la segunda categoría el agente desinfectante es un alcohol como etanol, alcohol isopropílico o n-propanol. La efectividad de estos agentes se produce a una concentración de aproximadamente 60-95%; de ellos, el etanol tiene menor actividad virucida que el propanol. El mecanismo de acción de los alcoholes está asociado con la desnaturalización de proteínas. Aunque son menos costosos, tienen como desventaja la deshidratación de la piel, por lo que deben añadirse agentes humectantes y excipientes para prolongar la evaporación del alcohol.
De estos sanitizantes, durante la pandemia, la Organización Mundial de la Salud compartió formulaciones que pueden prepararse en casa. Estas formulaciones recomendadas son:
- Formulación 1:
Etanol 96%: 80 % v/v
Peróxido de hidrógeno 3%: 1.45 % v/v
Glicerol 98%: 0.125 % v/v
Agua
- Formulación 2:
Alcohol isopropílico 99.8%: 75 % v/v
Peróxido de hidrógeno 3%: 1.45 % v/v
Glicerol 98%: 0.125 % v/v
Agua
Si te animas a preparar tu propio sanitizante, recuerda utilizar material limpio y ser cuidadoso con el manejo de los sustancias.
También es importante recordar que no basta con echarte un poco de gelecito en las manos para estar desinfectado, un problema frecuente es el uso incorrecto de sanitizantes para manos. Se recomienda utilizar entre 2.5 y 3 mL del sanitizante y dispersarlo en ambas partes de las manos durante 25 a 30 segundos.
Después de cuatro años de usar sanitizantes para manos al por mayor, surgen muchas preguntas como: ¿Los virus, hongos y bacterias pueden generar resistencia a los componentes activos de los sanitizantes? Un poco de esto ya se ha reportado en la actualidad, por ejemplo: estudios in vitro utilizando concentraciones bajas de alcohol isopropílico mostraron cepas de Enterococcus faecium tolerantes versus cepas predecesoras, pero también se han presentado estudios similares que exhiben tolerancia al etanol y al cloruro de benzalconio. Con todo esto, ¿serán suficientes estos sanitizantes en la próxima pandemia?
Aunque el COVID-19 dejó oficialmente de ser una emergencia sanitaria, es importante no olvidar las medidas sanitarias efectivas y continuar usándolas en la vida diaria. Siempre conscientemente de que un mal uso puede conducirnos a un siguiente desastre, como es la resistencia a antibióticos o sanitizantes.
Realmente no sé si estamos preparados para la llegada de la siguiente pandemia, pero todos los días podemos contribuir con pequeñas cosas como: distinguir la diferencia entre un virus, una bacteria y un hongo; consumir de manera racional antibióticos o antivirales; asumir nuestro papel como miembros de la sociedad, aislándonos y evitando dispersar patógenos cuando estamos enfermos; y siempre lavarnos correctamente las manos. ¿Qué más crees que puedes hacer?
¿Quieres saber más?
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Villa, C. & Russo, E. (2021), “Hydrogels in Hand Sanitizers”, Materials, 14 (7): 1577.
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1 comentario
VA
Excelente información y recordatorio de que pequeñas y sencillas herramientas pueden contribuir al cuidado de nuestro día a día.