La Adelita

4.9
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Comencé el 2024 leyendo (y releyendo) los Cuentos reunidos de Adela Fernández, una colección maravillosa del Fondo de Cultura Económica. Este compilado contiene cuentos de Duermevela (1986) y de Vago espinazo de la noche (1996), dos de sus más reconocidos libros de cuentos. Para quienes no la conozcan, que me temo son muchas las personas, Adelita es una escritora… Y digo es, porque nadie como ella creía en la vida después de “cruzar el umbral” (mismo que ella cruzó en 2013). Les decía, ella es una escritora de terror; pero no cualquier terror; siendo uno de mis géneros literarios, cinematográficos y de la vox populi favoritos, sé lo que les digo.

Fig 1. La Adelita
Escritora Adela Fernández.

El terror de Adelita está cocinado a fuego lento. Tiene esa pizca mágica de la gran Shirley Jackson, condimentado con un poco de pánico social y, como ingrediente principal, una extraña perversidad que transforma sueños en pesadillas. Pero, ¿quién fue/es Adelita?

Princesa de Casa Fortaleza

Nacida el 6 de diciembre de 1942, Adela Fernández y Fernández, se convirtió en la princesa de Casa Fortaleza, una vivienda mezcla de lo colonial y lo prehispánico ubicada en la calle Ignacio Zaragoza 51, Santa Catarina, Coyoacán, Ciudad de México. Su infancia transitó en un ir y venir de celebridades, las estrellas más brillantes no solo del firmamento nacional sino mundial (actrices, actores, cineastas, pianistas; toda la crema y nata de la sociedad de la Época de Oro) desfilaron por Fortaleza.

Fig 2. La Adelita
Casa Fortaleza de Emilio El Indio Fermández.

Ella siempre estaba en la primera fila en las grabaciones de las películas mexicanas que hicieron historia. Su padre, Emilio, el Indio Fernández, fue un cineasta, director y actor con gran reconocimiento en México, lo cual le otorgó el privilegio, quizás un poco la maldición, de crecer entre grandes estrellas del arte. En entrevistas que ofreció para algunos medios, Adelita contó que el anhelo de su padre siempre fue que ella fuera “mejor”. Si quería tomar clases de ballet, él llevaba a Fortaleza a una bailarina del Bolshoi para que Adela fuera mejor bailarina; la llevaba al estudio de grabación donde se rodaba Río escondido (1974) para que aprendiera a ser mejor actriz que la Doña (María de los Ángeles Güereña). 

Esa fue la niñez de la princesa de la Casa Fortaleza, un sinfín de comparaciones, sueños impuestos y exigencias malogradas.

Pero claro, en su vida como en la tuya y en la mía, no todo fue tragedia. Su niñez y adolescencia estuvieron llenas de misticismo prehispánico. Seres sobrenaturales, costumbres indígenas e historias que incluían antiguos dioses y rituales que las y los trabajadores de Fortaleza le contaban un tanto para entretenerla y otro tanto para educarla.

Con el tiempo, para sorpresa de su padre, ella tomó por propio pie el camino del arte. Por supuesto, no como el Indio esperaba, porque nuestra querida heroína, quien para entonces había desarrollado un carácter similar al de su padre (libertario, revolucionario y defensor de la causa del pueblo, especialmente de los indígenas), se decidió por las letras. Tal vez nuestro querido fantasma de Casa Fortaleza encontró en la palabra escrita la forma de hacerse presente bajos sus propios términos y no aquellos que constantemente le eran exigidos por su origen.

Cuando era adolescente, se fue de la Fortaleza para explorar el mundo. En ese momento todo su misticismo prehispánico se encontró de frente con el concepto surrealista del mundo. Colisionaron, explotaron, se mezclaron y formaron un caldo primigenio, que terminó por expandir el universo creativo de nuestra querida escritora, que de ahí en más se dedicó a nutrirlo, expandirlo, estirarlo y, en ocasiones, hacerlo chocar de nuevo.

La señora de otredad perversa

Desde muy joven Adela comenzó a escribir y lo hacía con gran maestría. Fue quizá que a la sombra de su padre y la eterna marca de “lo que debía ser”, que su primera compilación cuentística y poética titulada El perro. El hábito por la rosa (1975), no tuvo una mejor acogida en el ámbito literario, aunque muchos años después se consideraría una obra maestra de la literata. 

En su haber cuenta con una gran variedad de géneros literarios ya que, como su padre, desarrolló una enorme pasión por el cine, hizo cortometrajes, cuentos, biografías, obras de teatro y libros de gastronomía. Este último género fue uno de sus grandes amores, especialmente cuando se relacionaba con el día de muertos y toda la parafernalia que este rito guarda. Al criarse bajo la cosmovisión prehispánica, fue una asidua creyente del retorno de las almas; cuando Adelita aún estaba encarnada, no existió un solo año que no armara preciosos altares para “sus muertos”, como decimos en México.

La fascinación que Adela sintió por la muerte, la cocina y el surrealismo, se combinó con la percepción social que, como buena revolucionaria, tenía. Las injusticias, los “mudos” sociales, los marginados y excluidos, los “raros” y, por supuesto, los que vivían a la sombra de otros, se convirtieron en los protagonistas de sus historias. La otredad se volvió el tema por excelencia en su obra.

Desde una niña de origen desconocido que se replicaba a sí misma, hasta una familia de sociópatas; o bien los deseos incumplidos de los huérfanos, Adelita envuelve la más triste de las realidades con un velo de elementos melancólicamente mágicos y metafóricos que generan un terror sutil, perverso. De ese tipo que tienes que volver líneas atrás para comprender lo que sucedió y una vez que lo comprendes te horrorizas. Esa es Adelita Fernández, la escritora que te lleva de la tristeza al horror.

Sin duda, ha sido una de las grandes diosas que parió nuestra tierra mexicana, sin embargo, pareciera que ser hija de su padre, la ha subyugado a ese terrible dicho: “detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer”. Siempre estuvo ahí, detrás de la sombra del charro. En vida, los medios se acercaban a ella para que les hablara de cómo había sido vivir con el Indio Fernández. ¿Cómo era tener el honor de salvaguardar Fortaleza, el legado de su progenitor? ¿Cómo fue estar presente en las grabaciones de su padre? Interminables cuestionamientos que parecían no incomodarle, pero como a mí sí me incomoda que esta historia se repita una y otra vez con grandes mujeres, hoy te invito a que leas a Adela Fernández y Fernández. 

Tal vez después de aterrorizarte con Cordelias, Los vegetantes o Vago espinazo de la noche, quieras darte una vuelta por Fortaleza, en donde dicen que aún se siente la presencia del Indio Fernández. Aunque yo creo que ese caserón no puede estar invadido más que por el espíritu de la princesa que alguna vez, entre sus muros, dio vida a tan atemorizantes personajes. Es ella quien, en esa no vida, prepara en la cocina banquetes deliciosos para las almas, se afana en el cuidado de su amada Fortaleza y susurra historias de terror al oído de las y los visitantes, hasta provocarles escalofríos. Ojalá que la próxima vez que invoquen su nombre, sea tras un grito de espanto, después de saber lo que hay en La jaula de la tía Enedina.

Felices lecturas.

Fig 3. La Adelita
Entre lo onírico, lo fantástico y lo siniestro, cuentos de Adela Fernández.

Agradecimientos

Agradezco a RoCaSoGui y al Profesor Distopías por revisar el texto y realizar las correcciones oportunas.

¿Quieres saber más?

Fernández, Adela. Adela Fernández. Cuentos reunidos. 2023. Fondo de Cultura Económica. México. 

Fernández, Adela (1942-2013)

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